Espléndidos molinos de café
pintan flores lindas con fe
en praderas, cielo y ciudades.
Exquisitos vientos aromáticos
hacen vibrar en son crismático
el arpa, cuatro, maracas,
pianos, violines y guitarras,
y temblar las finas cuerdas
del sensible y humilde corazón
sin importar la razón.
II
Risueño despertar sin estorbo,
un pensativo y lento sorbo
glorioso de un recién colado
de virtuosas y fértiles tierras,
embriaguez
amorosa de las aves,
éxtasis de felicidad refrescante
nos
desprende velozmente
del esclavo tiempo
desafiante.
Fruto bendito, réplica de paladín,
pequeño cuerpo cerezazo,
rojizo y amarillento su rostro,
blancas hojas
de jardín,
suave euforia de
jazmín.
III
¡Fastuoso sabor!
Molida semilla
tricolor
de bullición para el olor,
de suave silbato
sin temor
expira incienso para el amor
lámpara milagrosa, así pienso,
tiñe el paisaje inmenso
con sueño corto, intenso.
¡Oh gentil
café! para soñar
las cosas bellas de la vida,
¡ remanso aroma¡
para olvidar
los sinsabores del peregrinar
en las feroces aguas del mar.
IV
Testigo invisible
de cuántos amoríos,
relámpagos bravíos,
romances melancólicos
en fogosos rayos
presente en cada cita.
Perfumada flor, una rosa,
rosas lindas para ella.
De esos recuerdos, huellas
fervientes en los labios quedaron
y el imborrable sello
en las copas
donde bebieron
las estrellas convertidas en café.
En presencia de verdes ambientes,
brisas
musicales de un piano,
suave como su sedada piel
recubierta de pura miel,
juramos quimeras promesas.
Hoy, con el correr veloz
del caudaloso río sólo
sé
que con apasionado amor
bebimos las brumas del sabor
de los hechizados cafés.
V
¡Oh atalayor café¡
combatiente del estrés,
meditador en silencio
de las injusticias de la vida
jugadas por
nosotros.
Cuando golpeamos a otros
no hay nunca injusticias,
las condenamos a gritos
si nos hieren fuertemente
las flechadas
por los demás.
Sándalo de ilusiones,
envidiable arbusto.
Bendito regalo de Dios,
de la sabia naturaleza,
semilla eufórica llovida
de los altos jardines
donde siempre se cultivó
sin espinas
y sin agua,
darnos faros
de sombras
en los momentos dulces
o amargos del sendero,
en la faena, en el descanso,
en la guerra, en la paz,
con el llanto o la alegría,
en tinieblas o en la luz.
Para los críticos del goce,
fruto obsceno prohibido,
insomnio muy
temido,
por su encendido roce.
Su aroma nos adormece
como tranquilos niños,
cristalino y más sincero
que el proceder indolente
del peligroso hombre
carente de grandes valores.
En el despertar de la mañana
su perfume roble nos concede
en corta campanada, una esperanza,
hace olvidar por segundos
largos
las tejidas telarañas de la vida,
de las tramas teatrales,
salvavida para que ella
merecerla valga la pena,
vivirla y disfrutarla
podamos,
alejados de las dolorosas hienas
¡Pobre del hombre sin problemas¡
grandes o pequeños en su visión,
ciego por no entender la misión
divina en el grandioso universo,
y no cumplir con
su minada función.
VI
El campesino sin el llanto
antes de labrar su campo,
y ordeñar su
querida vaca,
bebe
el café sin traba
con el alegre cantar del gallo.
En la ciudad
lo toman
como a bien
se sirva,
comenzar muy temprano
el tormentoso transitar
saliendo apurado a la calle.
El preocupado
peatón
volando como un halcón
y llevando en forma peculiar
su bullero
cruel celular,
en pequeño vaso plástico
disfruta su
inseparable café,
aunque siempre
llegue retardado
y reprendido sea en el trabajo.
VII
En los nuevos mundillos del café
en grandes y fuertes construcciones
modernas truenan interesantes
tertulias
entre personas activas, jubiladas
y hasta de enemigas del trabajo,
En ellos con el sol acondicionado,
en tardes o en
noches de luna fría
con apasionada sabiduría popular
saboreando
esta poética bebida
se discuten
temas cotidianos,
políticos, económicos, deportivos,
y oscuras cuestiones filosóficas
como la inmortalidad
del cangrejo,
del ritual consumo del agua fresca
antes de
ingerirse el merecido café,
del por
qué los padres pueden
con varios hijos, pero ellos hoy
no pueden con los rocosos padres
o del reptilismo, el más perverso
de los delitos de lesa humanidad.
VIII
¡Oh acólito café!
calmante de los hastíos,
grato ataché de segundos,
abanico de buen mestizaje:
frío, tibio o caliente, negrito,
fuerte, tinto, guayoyo, marrón,
o el tradicional
café con leche,
nos deleita el
dormido paladar.
Por qué olvidar
los
híbridos
espirituales:
un aristocrático
irlandés,
-con nata y güisqui puro-
un gitanillo o el tal carajillo.
En eventos
especiales
como príncipe de palacio
este fruto tiene
sus linajes.
En tranquilo salón,
un latte o un buen marrón,
en mesa redonda de pino,
un flamante capuchino,
saboreando un deleitoso moka,
un escocés en completa roca
y en tardes
brumosas, un
cremoso o candente espumoso.
IX
En las noches…en el día…
en tardes mustias o dichosas
a toda hora, en reflexión
un sorbo de café…un trago de café,
otro sorbo de café, sin excesos,
solo…solo o fatalmente
acompañado del indomable
fúnebre humo del cigarrillo.
Un poco de café, un poco de café
un centímetro de
café, sin excesos,
sólo en la cuestionada soledad,
la mejor compañía para unos,
el peor de los ruidos para otros.
Un tonante café
lentamente
degustado sabe a gloria infinita,
con otra persona,
con el ser amado,
del
adversario, al lado de
un inocente
y noble animal,
a veces más humano y bondadoso
que la criatura llamada hombre,
transitante túnel de lo animal
a lo humano por sus malas acciones,
egoísmo y
constante envidia.
X
Aromática semilla, bastión
de los mundanos torbellinos,
del trascendental
efímero crucero
Con un poco de café, infusión divina,
se ve la vida más clara, más blanca
y se siente el deseo intenso de vivirla
cuando reflexionamos sobre su misión,
Asimismo se siente la vida sin sentido,
con angustia, angustia y mas angustia,
callejón sin salida, sin salida, derrotado
si nos rendimos por los simples,
grandes problemas de la bella vida,
jugados en parte por
nosotros
por no haber leído, entendido,
el mensaje
de la noble misión,
estar
pensando únicamente
en la bosta sangrante de la vaca de oro,
olvidar que
pueden ser
pruebas de fe enviadas por Dios.
XI
Los granos de un buen tostado
mezclados con lágrimas de lluvia
sirven para conversar en un cafetín
las banales domésticas sufridas,
soportadas por el diario trajín,
heridas blandas que no tienen fin.
Con gotas tristes
de un café,
el del estribo en esta estación,
se prepara el vuelo final, la ida
de los pájaros débiles y cansados.
Con café y alegría, alegría y café
se brinda la siembra fecunda
de misioneras gaviotas blancas
que supieron con sus rectas alas
volar muy alto, digna y decentemente,
fomentaron el bien, el respeto y el amor,
enderezaron a tiempo su perdido rumbo
y tendieron a otras sus límpidos plumajes
con la certeza de que sus adoradas crías
algún día cercano puedan tranquilas
volar en
un firmamento con brillantes
estrellas, libres de peligrosas tormentas
y en especial,
de cuervos y buitres.
XII
De café en café se va la juventud,
de café en café la primavera se marchita,
se va nublando el camino recorrido.
Vivamos intensa y plenamente
el hoy, porque
quizás el mañana
nunca aquí nos
corresponda.
De café en café se va el otoño,
caen las hojas cansadas,
la radiante energía astral
millonaria
cambia de viento
en el inmenso universo,
se transforma,
una faz distinta,
creándose nuevos espacios.
XIII
Con la mujer amada y querida,
de café en café la luciérnaga
con mustia luz de terciopelo
apaga su sonora voz incansable,
el bello crepúsculo de la tarde
queda impregnado
de café
y en
el corazón, la triste nostalgia.
.Tu y yo… y un discreto café,
círculo de glorias
y promesas,
despertar de un silencioso amor,
dormido, dormido en el olvido,
ramilletes
de rosas en un arroyo,
con choques de aguas enamoradas.
.Con un dulce café al caer la tarde,
dejado de llorar el cielo,
renace la solitaria noche.
Tan solo conservo en mi corazón
los gratos
y tristes recuerdos
de los instantes castillos soñados
en las paredes de
ese agradable café.
Después de muchas
reflexiones el silencio
ingratamente me traiciona
y la musa de la aromática bebida
en viento de huracán se ha
marchado como lo hace el navío
en la mar rumbo a su fondadero.
XIV
Saboreando un encendido café
de copa de nieve espumante
y acaramelado sabor,
me decía un amigo filósofo,
sobre la infusión
de sanos hechizos,
que ella
era más sabia que el hombre,
porque
su mágico aroma los une,
sin excesos protege y aun sin brillar
alumbra el empedrado camino.
XV
En la mesa diestra de ese nidoso café,
una bella joven con sus pupilas de rubí
en presencia de dos moskaccinos con
aroma de cacao llegando a las nubes,
en bajo susurro le preguntaba a su juglar:
-dime, poeta, dime:
¿Soy bella como mujer?
El bardo con mirada iluminada
respondió
en rojo :relámpago:
-En poesía las flores son bellas.
Las mujeres son bellas como las flores
de la preciosa campiña celestial,
todas tienen
sus encantos,
son bellas como las poesías,
nítidos espejos del alma,
aunque sus versos puedan
en un momento parecer
tristes, crueles y dolorosos.
La vida es así, alegría y llanto,
es la vida y debemos amarla.
Somos seres
privilegiados
de los millones de millones que
quisieron siempre
venir, pero
no lograron que el cielo abriera
sus compuertas a la luz del sol
para tener cada día la dicha,
la bendición de sentir o contemplar
el beso y abrazo del
querido ser,
el llanto alegre de los inocentes niños,
el feliz despertar de la aurora,
de los
bellos crepúsculos
con el morir de la embelesida tarde,
el perfume lírico de las lindas flores
el señero pájaro en su triste cantar,
o el beso sensual de las olas del mar.
Después de un breve silencio,
alzaron animosos sus tazas,
cruzaron miradas y sonrisas,
expresando en un solo coro:
“Brindemos por el aroma y el sabor
de este fervoroso café que es vida,
brindemos por
lo bueno o lo malo
de la hermosa y
corta primavera,
y con mucha gratitud vivamos
estos
fugaces y grandiosos minutos
brindados
por Dios, Todopoderoso”.